domingo, 15 de febrero de 2009

Recuperar la magia



Nuestro compañero/a es un maestro.
Un iluminado que nos enseña cosas
importantes de maneras muy extrañas
(a veces provocando nuestra furía).
El amor y sus vaivenes, los encuentros
y desencuentros, son guías que nos
muestran los problemas que siguen
habitándonos y que somos incapaces
de ver de otra manera.

La maestría de la pareja y nuestra
disposición a aprender nos coloca, si
lo permitimos, en el camino de
producir o recuperar la magia del
vínculo.

Si cada uno tiene la valentía de
mirarse en ese espejo encontrará
la clave para desarrollar sus
aspectos en pugna o negados,
y hacer crecer todas esas
cualidades que veía en el otro
y que creía no tener, y ambos
podrán acceder al caudal amoroso
e inagotable que todos tenemos
dentro.

Pero frenamos continuamente
esa posibilidad.

Cuando el otro hace algo que
no nos gusta o nos hiere, nos
cerramos y pensamos que lo
que nos hace sufrir es la falta
de amor del otro, pero la causa
verdadera del dolor es nuestra
propia cerrazón.

Cuando nos cerramos dejamos
de crecer y cortamos el camino
hacia nuestra fuente de amor.

Nos defendemos del dolor, nos
endurecemos y reaccionamos
desamoradamente. En realidad,
son nuestras reacciones las que
convierten lo que el otro hace
en un problema insoluble y por
lo tanto en una fuente de su-
frimiento.

No hay conflicto que no tenga
salida.

Lo que cierra el camino no es
el conflicto, sino el endureci-
miento, el orgullo, la cerrazón.

El precio de nuestra reacción
no lo paga solamente la relación
de pareja, sino que nosotros
mismos perdemos contacto
con la magia de la vida.
Nos volvemos personas
cerradas.

Para recuperar la magia
necesitamos volver a
abrirnos, quitar los frenos
a nuestra fuente de amor
para poder mirar amorosamente,
en cada conflicto, cúal es nuestro
aporte. Cómo podemos ayudar
en lugar de cómo podemos
vengarnos. Cómo sostener el
alma del otro en vez de cómo
podemos castigarlo. Cómo
podemos aliviar su culpa y
no cómo tomar revancha.

Eso es transformar la energía
del enfado en un crecimiento
y celebrar la vida tal y como
se presenta, sin intentar que
sea otra.

Entonces volverá a aparecer
la verdadera magia, porque
la magia del momento, la
del enamoramiento, la de
antes, estaba hecha de esta
misma sensación, la idea y
el deseo de que es posible
completarme en el otro.

No es necesario que nadie
me dé lo que yo ya tengo.
Nada nos falta. Pero sí
precisamos, una y otra
vez, de alguién que con
amor sea el espejo en el
que podamos vernos sin
temor. Ésa será la ayuda
que me permitirá destrabar
los mecanismos que me
impiden volverme la mejor
persona que puedo ser.

Si ambos aceptan este
desafío, cada uno se volverá
una persona completa,
integrada, entera, capaz
de sentir la magia de la
vida, la magia dentro de sí
y la sutil presencía de la
magia de la pareja.


Jorge Bucay
Silvia Salinas



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